Entrevista a Eddie Campbell por 'Alec'

A pesar de ser conocido por el gran público principalmente como el ilustrador de la novela gráfica 'From Hell' de Alan Moore, el escocés Eddie Campbell es uno de los historietistas más interesantes que podemos encontrar ahora mismo.

En este caso le entrevistamos para la revista AUX Magazine con motivo de la publicación en dos volúmenes de 'Alec' en la editorial Astiberri.

¿Por qué te de decantaste por un trabajo autobiográfico como ‘Alec’?

Me encantan las viejas tiras cómicas que tratan sobre el día a día de sus personajes, como ‘Gasoline Alley’ y el trabajo de Clare Briggs y Tad Dorgan. No parecía haber un equivalente a ello en mis tiempos, y no tuve más remedio que crearlo.

¿Te sientes uno de los padres del boom autobiográfico que se produjo posteriormente? 

¡Una demanda de paternidad! Lo niego todo. Soy bastante escéptico respecto a la idea de que una cosa pueda engendrar otra cosa en el arte. No creo que la historia del arte sea una historia continua y no creo que el trabajo de otra persona tenga por qué estar relacionado con el mío sólo por desarrollarse en el mismo medio. Me interesa mucho más fijarme en cómo están relacionadas las cosas a través de los diferentes medios y en el mundo en general.


El lugar que ocupa Alec MacGarry cambia drásticamente a lo largo de ‘Alec’, pasando de ser el narrador de las vidas de aquéllos que lo rodean (en ‘La peña del King Canute’), a ser el catalizador de las reflexiones de otros sobre diversos temas (en ‘El destino del artista’, publicado independientemente hace poco). 

Sólo tiene sentido hablar de personajes cuando se habla de una ficción convencional, que es algo en lo que no estoy demasiado interesado. Cada vez confío más en ese sentimiento que me dice que no tengo por qué seguir las reglas de la ficción… eso puede explicar los cambios que mencionas. Creo en una escritura más directa, que pueda tener algo que decir al mundo mientras crea su espectáculo de marionetas.

Parece que destruir todos los mitos que hay alrededor del cómic fuera uno de tus mayores hobbies. En ‘Cómo ser artista’, por ejemplo, prefieres hacerlo derivar de los grafitti de la antigua Roma que hacerlo descender del tapiz de Bayeux

No creo que jamás haya conseguido destruir las benditas convicciones que nadie pueda tener sobre los sagrados orígenes de esta cosa llamada cómic, pero tienes razón al concluir que yo no comparto ninguna de ellas. Veo los comics como una manifestación moderna del envés del arte, una celebración tanto de lo cotidiano como de lo humorístico. En tiempos antiguos esa celebración bien pudo haber sido un simple garabato en la pared de una casa. No me interesa la idea de que haya un medio basado en imágenes secuenciales, que este medio se llame cómic y que siempre haya existido tal y como lo conocemos. Es una idea que puede llevar a razonar de modos poco estrictos y a malinterpretar el uso de los artefactos antiguos.

Haces una clara distinción entre los autores de comics de superhéroes y los autores de novelas gráficas, siendo Alan Moore uno de los pocos autores que sitúas a caballo entre los dos mundos. 

Hay sin duda una clara distinción entre los comic books norteamericanos y otro tipo de cómic que ha aparecido a lo largo de los últimos treinta años largos. No importa demasiado cómo llames a estos dos tipos de comics, pero son dos cosas diferentes. A esto que yo hago le podrías llamar Novela Gráfica, que fue lo que decidió Will Eisner un buen día, pero resulta que el mundo de los comic books ya ha tomado posesión de ese término y ha decidido que el único significado que tiene hace referencia al formato en el que una obra ha sido publicada. Así, los polos entre los que se mueve el mundo del cómic son Serialización y Novela Gráfica, cuando deberían ser Novela Gráfica y Comic Book de Superhéroes. Esa es la distinción a la que yo me refería en ‘Alec’, pero ahora, con el paso del tiempo, parece ya una causa perdida.

¿Aún te sientes cómodo con esa técnica garabateada en tinta por la que te conoce el gran público? 

Lo cierto es que no, y, de hecho, llevo algún tiempo intentando alejarme de ese estilo. Parte de ese trabajo se ha podido ver ya en ‘El destino del artista’. Ahora estoy intentando dar un paso adelante más y estoy creando mis pequeños dibujos casi íntegramente a través del ordenador. Siempre había evitado el uso del Photoshop porque no era capaz de hacer que el resultado pareciera lo suficientemente natural, pero ahora me siento bastante cómodo pintando digitalmente.


¿Cómo fue echar la vista atrás a todos estos volúmenes de ‘Alec’?

Lo primero que me llamó la atención es que mi antigua forma de hacer dibujos no está en sintonía con las nuevas tecnologías. Todos esos patrones de tono con los que solía trabajar, por ejemplo, fueron muy difíciles de convertir a digital. El trabajo de digitalización mereció la pena, no me cabe duda, pero hay formas mucho más sencillas de conseguir ese resultado partiendo de cero. No tuve demasiadas tentaciones de cambiar la información que mostraban mis antiguas ilustraciones, pero sí que he eliminado algún objeto o definido mejor algún trazo en los casos en los que me ha dado la sensación de que la narración no estaba siendo lo suficientemente clara. Aun así, no creas que ha habido demasiadas correcciones. Uno de mis objetivos era el de preservar las diferentes voces con las que se expresa mi anterior yo a lo largo de esos volúmenes, al fin y al cabo creo que ése es uno de los atractivos de este libro: ver cómo la perspectiva de uno cambia a lo largo del tiempo a medida que pasa de ser un soltero a ser padre, etc.

El estilo y la técnica narrativa de ‘Cómo ser artista’ lo convierten casi en un estudio erudito sobre la historia de la industria del cómic y del modo en el que ésta ha evolucionado… 

Esa parte intenta ser la historia de un periodo importante de un movimiento artístico llamado cómic, pero sobre todo quería representar el patrón que siguen todos los movimientos artísticos al desarrollarse. Necesitaba recrear todos los detalles y eso me hizo tener que crear la sensación de que hubiera muchas voces contando la historia. No se me ocurrió mejor forma de hacerlo que usando retazos de la obra de todos esos artistas de los que hablo. Cada una de ellos aporta algo al sentido global del discurso, disfruté mucho con ello.




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