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Resultaba increíble que no hubiera un libro de calidad escrito en castellano sobre el genial Hayao Miyazaki.

Por suerte, Laura Montero y la editorial Dolmen saldan esta deuda ofreciéndonos 'El mundo invisible de Hayao Miyazaki': un estudio en profundidad, no ya sólo sobre el trabajo de este genio, sobre el modo en el que su trabajo se imbrica dentro del más amplio mundo de la animación japonesa

Éste es el texto íntegro de la entrevista que le hice a la autora para el número 50 de la revista AUX Magazine. ¡No tiene desperdicio!

Me ha sorprendido el leer que el cine de animación japonés no tiene tan buena salud como solemos creer normalmente. ¿Cuáles son realmente las características más importantes de ese mercado?

En comparación con el mercado español, el cine de animación en Japón sí goza de una gran salud, lo que pasa es que muchas producciones de grandes directores como Otomo u Oshii no baten récords de taquilla como sí hace Miyazaki. Otra historia son las películas que surgen de series de éxito y que casi siempre se cuelan entre las 50 películas más vistas cada año. Hemos de tener en cuenta que el mercado de anime es muy grande, y que las tres ramas de las que se nutre y retroalimenta son el manga, la televisión y el cine.

Si ya hay confusión entre manga y anime en lo que al gran público se refiere… de géneros ni hablamos, ¿no?

Efectivamente, si no hablas con alguien que haya leído algo sobre el tema, mencionar conceptos como shoujo, shounen o seinen no lleva a ninguna parte. De hecho, hace unos años, cuando se estrenó 'Gisaku' en Madrid, el productor dijo que la película era un shounen y que se trataba de un género destinado a toda la familia. Yo no salía de mi asombro porque se suponía que se habían documentado para hacer la producción y no tenía ni idea de lo que estaba hablando.

Lo que sí está claro es que los que consumimos manga y anime conocemos, por lo menos, las grandes categorías de los géneros.

el mundo invisible de hayao miyazaki dolmen laura montero

Siempre es un buen momento para hablar con Eddie Campbell. Pero si la editorial Astiberri y el Salón de Cómic de Getxo unen sus fuerzas para hacerle presentar su próximo 'Mi libro sobre el dinero' en la XI Edición de este Salón, la entrevista es ya inexcusable.

Aprovechamos la ocasión para hablar con él también sobre 'El amnios natal' y 'Serpientes y escaleras' (recuperados ambos por Astiberri hace no demasiado tiempo), su relación con el ordenador como herramienta de dibujo y algunas cosas más que seguro os interesarán.


Astiberri recuperó hace poco ‘El amnios natal’ y ‘Serpientes y escaleras’, ambas basadas en sendas performances de Alan Moore. ¿Qué fue lo que más te atrajo de la performance de ‘El amnios natal’ cuando la viste por primera vez?

Lo cierto es que no la vi en el sentido estricto de la palabra. Lo que pasó es que se publicó un CD un año después de que tuviera lugar la actuación y Alan me lo puso casualmente en una visita que le hice en 1998. Me pareció que la pieza era una evocación brillante de lo que era la vida de la clase obrera en la época en la que Alan y yo crecimos en Gran Bretaña. Había un sentimiento muy fuerte de experiencia compartida en todo aquello, de que ese trabajo capturaba el espíritu de un tiempo y de un lugar en concreto. De todos modos, no creo que ese hecho dificulte la lectura de ‘El amnios natal’ para aquellos que no pertenezcan a ese tiempo o a ese lugar. Lo mejor de leer es que uno tiene la oportunidad de viajar mentalmente a cualquier sitio y comparar cómo es la vida allí con la que uno tiene en realidad. El trabajo de un escritor es el de encontrar qué cosas son universales y volcarlas sobre el papel.

¿Cuál fue el mayor reto de traducir ese trabajo en imágenes?

A lo largo de la escucha surgieron muchas imágenes dentro de mi cabeza, especialmente de las partes que hacen referencia a la escuela y a la infancia. Trabajar a partir de ellas no supuso ningún problema. Le pregunté a Alan si le importaba que hiciera un libro con todo aquello, y él me dio su visto bueno.


¿Tuviste algún feedback por parte de Alan Moore mientras estabas dibujando ‘El amnios natal’ o creaste un trabajo 100% independiente a partir de sus palabras? Me atrae esa idea de yuxtaponer los trabajos independientes de dos personas y el ver cómo cada uno de esos trabajos ilumina al otro...

Simplemente tiré hacia adelante y dibujé todo el libro siguiendo una transcripción de las palabras de Alan que hice mientras escuchaba el CD. Como él no había previsto que la obra fuera traducida alguna vez a imágenes, no guardó ninguna copia del guión y tuve que hacerlo así. Nunca discutimos ningún aspecto de la obra. Todo sucedió de un modo muy natural, disfruté mucho más con este trabajo que con la rígida estructura de ‘From Hell’.

No sé si será por que es un medio con el que me siento más cercano, pero creo que un cómic es un modo más adecuado que una performance para expresar el tipo de ideas abstractas que basan tanto ‘El amnios natal’ como ‘Serpientes y escaleras’. Tengo la sensación de que la información visual que se le da al lector puede enriquecer la lectura con ideas relacionadas a las que tal vez no hubiera llegado de otro modo.

Además de eso, el tener impresos sobre el papel unos trabajos tan complejos como éstos te da la oportunidad de moverte a través de ellos hacia adelante y hacia atrás para asimilarlos y comprenderlos de un modo más profundo. En una performance, en cambio, eres arrastrado por el discurso sin tener ocasión de detenerte en una idea o en un detalle concreto.


A pesar de no contar con una narrativa lineal, ‘El amnios natal’ sigue al menos una dirección y un sentido temporales que nos hacen viajar hacia ese mismo útero materno del que partimos... y más allá. En ‘Serpientes y escaleras’, en cambio, perdemos incluso esa guía y la narración se mueve en unos parámetros aún más abiertos.

Hay un viaje espiritual representado por la ascensión a través de las esferas pero hay un sentido de la estructura mucho menor, sí. Fue mucho más difícil hacerlo funcionar sobre el papel. Hay uno o dos grandes momentos (por ejemplo la escena del baile de la chica con la serpiente y la de la escalera espiral de doble hélice) y luego un montón de sudor para intentar hacerlos funcionar. Lo cierto es que cuando funciona puede ser una obra bastante mágica... o al menos eso espero.

La editorial Astiberri está a punto de publicar ‘Mi libro sobre el dinero’. Esta obra parece ser el siguiente paso natural tras ‘El destino del artista’, ¿verdad?

Ciertamente, y ese trabajo era la consecuencia lógica de los dos volúmenes de ‘Alec’. Si uno tiene el proyecto de construir la autobiografía de toda una vida, tiene que dar la sensación de estar siguiendo un camino que lleva a algún sitio. Cada trabajo debe suponer algo y no ser sólo otro volumen más. Al escribir este nuevo libro estaba pensando en el dinero, en cómo adorna nuestra vida y en cómo se vuelve también el motivo de las peleas más amargas. Trato un tema más serio que en otras ocasiones.


Después de tantas reticencias, el uso del ordenador cobra mucha importancia en esta obra.

Supongo que el ordenador se ha convertido en la herramienta para crear imágenes, del mismo modo en el que la guitarra eléctrica se convirtió en el instrumento para crear música en las décadas de los 50 y 60.

¿Cuándo prefieres dibujar un lugar o un personaje y cuándo prefieres editar una fotografía ya existente para recrearlo?

Me gusta usar todo lo que tengo a mano para crear mis dibujos y hacer lo que creo que necesita cada uno de ellos, aunque a veces me lleve mucho más trabajo que simplemente dibujarlos. Para una de las páginas, por ejemplo, decidí hacerme una fotografía, recortar mi pelo y utilizarlo para completar el personaje (no fue un proceso tan sencillo como lo explico, pero bueno). Siendo el cómic el medio que es, tuve que hacerlo también en el resto de páginas y acabé tardando mucho más de lo que hubiera tardado simplemente en dibujarlo.

¿Tiene algo que ver este uso del ordenador con los colores vivos que utilizas de un tiempo a esta parte?

Evité colorear a través del ordenador durante muchos años porque nunca lograba articular mi propia voz al hacerlo. Pero un buen día, jugando con unos paneles de ’The Playwright’ una vez terminada la obra, encontré un modo de hacer que los colores fueran más expresivos. Cuando pinto me sobrevuela la caótica sensación de que la vida va a irrumpir en cualquier momento y va a dar al traste con todo lo planificado. Los colores se mueven de un lado a otro de forma aparentemente aleatoria, las opciones desechadas aparecen de repente de forma velada por entre las capas de la pintura... Un cuadro debería tener su propia vida y yo no conseguía encontrar eso en los trabajos que hacía por ordenador. Hasta que un buen día descubrí cómo podía hacerlo.


A pesar de ser muy creativo a la hora de representar las formas que llenan tus viñetas, te sigues ciñendo a la clásica rejilla de 9 cuadros. Es curioso, porque mientras la mayoría de los dibujantes tratan de innovar en la diagramación de sus obras, tú pareces tener más interés en exprimir al máximo este formato clásico.

Las diagramaciones extravagantes no son más que un truco. Yo estoy más interesado en desarrollar un lenguaje simbólico y usar esa secuencia de un modo más sofisticado que el que normalmente se emplea para representar el movimiento del tiempo. Los comics manejan un lenguaje gráfico a través del que se puede expresar literalmente cualquier cosa. Podemos tirarlo abajo y volverlo a construir con las mismas piezas para contar las grandes historias de nuestro tiempo. Y lo podemos hacer de un modo personal y honesto porque, al contrario de lo que sucede con la televisión y el cine, no requiere demasiada cantidad de ese dichoso dinero del que hablo en mi libro.

Texto completo de la entrevista mantenida para el número 57 de la revista AUX Magazine
O la amas o la odias, pero está claro que 'La Hermandad de la Biblia Perry', de Nicholas Gurewitch, no te va a dejar indiferente. 

Yo he pasado por esos dos estados, transicionando lentamente del segundo al primero y creo que el hecho de que me haya costado un poco entrar en el particular universo de Gurewitch se debe a que las primeras páginas de 'La Hermandad de la Biblia Perry' estén protagonizadas por unos chistes de penes que el propio autor reconoce, en la entrevista que cierra el volumen, que no cree que sean demasiado apreciados por algunos críticos.

No es que a mí me disgusten este tipo de chistes ni mucho menos, pero yo particularmente necesito que los penes protagonistas de estos chistes hablen entre ellos de Godard o de Schopenhauer para que me resulten atractivos. Un poco lo que sucedía con 'Muchachada Nui', que lo mismo te soltaban un "ya Boy George", que te hablaban de Michel Gondry, que te contaban las aventuras de unas turgentes posaderas.

Me culpa: necesito sublimar mi pasión escatológica a través de la [supuesta] alta cultura para justificarme ante mi Superyó, pero todos tenemos taras. 


Había perdido ya la fe en esta Biblia cuando algo hizo clic dentro de mi cabeza y me granjeó el acceso a su Tierra Prometida. Creo que fue cuando Gurewitch pasó a tratar otros temas como la muerte [soy una de esas personas a la que les gusta reírse de los culos, sí, pero a las que les gusta todavía más reírse de un esqueleto con guadaña, mi último proyecto literario es un fiel reflejo de ello].

Tras su aspecto aparentemente naif, el universo de Gurewitch es un universo cruel y despiadado. Un poco como éste en el que nos ha tocado vivir, sólo que con risas enlatadas al final de cada tira, que es algo que siempre echo mucho en falta en mi decurso diario.

Las tiras de 'La hermandad de la Biblia Perry' empezaron a publicarse en The Daily Orange, el periódico de la Universidad de Siracusa, en forma de entregas semanales (inicialmente se publicaba los domingos, de ahí que el autor se refiriera a ellas como a una Biblia).


Pero la obra de Gurewitch obtuvo tanta repercusión que pronto llegó a publicarse en periódicos como New York Press o The Guardian. Todo esto sin traicionarse a sí mismo en ningún momento. De hecho, es curioso ver cómo la versión final de las tiras de Gurewitch no es la publicada en el periódico de turno, sino la que él termina por incluir en su página web tiempo después.

El afán de perfeccionismo de Gurewitch lo lleva a jugar, no sólo con los temas y las diferentes formas de representar a cada personaje, sino que también con las tipografías hasta llegar a convertirlas casi en un personaje más de la tira.

Imita a Edward Gorey cuando se tercia, a Quentin Blake... y sobre todo se divierte mientras nos hace pensar, escandalizarnos y, sobre todo, reír a mandíbula batiente por mucho que lo hagamos en voz baja por temor a que nos califiquen como mínimo de desalmados.


Como siempre, la edición en la que Astiberri reúne las tiras de 'La Hermandad de la Biblia Perry' es excelente y, además del ya de por sí interesante hecho de mostrar toda la evolución de Gurewitch en un sólo tomo, se complementa con una entrevista en profundidad hecha por Malki para la revista Illiterate en 2008 y una serie de tiras desechadas en las que el propio autor explica qué es lo que le hizo dejarlas a un lado.

Yo, si fuera tú, no me lo perdería.

A pesar de ser especialmente conocido por su serie 'Odio', hay mucho Peter Bagge escondido tras el personaje de Buddy Bradley.

Nacido en Peeksill, cerca de Nueva York, en 1957, Peter Bagge entró en contacto con el cómic underground durante su estancia en la Escuela de Artes Visuales de Nueva York. Lo que más le fascinó fue el trabajo de Robert Crumb, con quien pudo colaborar cuando éste lo ficho para 'Weirdo' después de ver algunos de sus trabajos. 'Neat Stuff' fue el primer cómic propio de Peter Bagge y fue allí donde Buddy Bradley, un adolescente alienado y pesimista, se destapó como un personaje lo suficientemente prometedor como para protagonizar su propia serie bajo el título de 'Odio'.

A continuación podéis leer la entrevista que le hicimos para el número 53 de la revista AUX Magazine con motivo de la publicación de Bat Boy (Ediciones La Cúpula, 2011): una recopilación de sus tiras dedicadas a este personaje y publicadas en el ya desaparecido Weekly World News.


Para empezar, ¿quién o qué demonios es Bat Boy?

Bat Boy es un personaje de ficción creado por el periódico satírico Weekly World News, publicación que, tristemente, dejó de editarse hace ya algún tiempo. El periódico publicó sus andanzas durante décadas. Era un niño de diez años que era mitad murciélago y que, de un modo o de otro, terminaba siempre por verse envuelto en todos los eventos noticiables que se iban sucediendo.

¿Cómo nació la idea de tu colaboración con Weekly World News creando estas tiras de ‘Bat Boy’ allá en 2004?

Un editor se puso en contacto conmigo para pedírmelo, dándome toda la libertad a la hora de decidir cómo iba a seguir con el personaje. Finalmente decidí ceñirme al formato que ellos estaban utilizando en las noticias falsas que le estaban haciendo protagonizar al personaje hasta entonces.


Esta serie dedicada a Bat Boy fue publicada en formato tira. ¿Qué ventajas y desventajas encontraste en este formato respecto a otros que habías utilizado con anterioridad?

Ese cambio de formato supuso una novedad bastante interesante para mí. Me gustó mucho trabajar de ese modo, aunque también terminé por cansarme de ello. Ese fue el motivo real por el que abandoné las tiras al cabo de un par de años. El formato tira me dio mucha libertad creativa y yo me lo pasé muy bien aprovechando esa libertad.

Las tiras de ‘Bat Boy’ están llenas de personajes famosos. ¿En qué te fijaste a la hora de utilizar a cada uno de ellos en un espacio tan reducido?

Siendo, como te comentaba, un periódico satírico aquel Weekly World News, tenía que utilizar a cualquier personaje que estuviera de actualidad aquella semana: Bin Laden, Martha Stewart (que pasó un tiempo en la cárcel por aquel entonces), Ralph Nader, Beyonce, etc. Una vez elegidas mis víctimas, sólo me quedaba hacerlas cruzarse en el camino de Bat Boy del modo más absurdo que pudiera imaginar.

Al utilizar a esas personas públicas, supongo que jugarías en la medida de lo posible con la idea que el público en general tenía de ellas...

En eso consiste precisamente el trabajo de un dibujante satírico: en llevar hasta el extremo esa imagen pública y distorsionarla hasta sacarle todo el jugo.

Echemos la vista atrás por un momento. Tuviste la suerte de conocer a Robert Crumb y a Art Spiegelman cuando tu carrera aún no había despegado... ¿de verdad que no te dieron ganas de dejar de dibujar después de eso?

(Risas) La verdad es que fueron unos encuentros muy inspiradores, aunque lo fuera cada uno de ellos por razones diferentes. Crumb en particular fue siempre un ejemplo para mí, ¡es el más grande de todos los dibujantes!


Y fue precisamente Crumb quien te dejó al cargo de ‘Weirdo’ antes de que te cambiaras a Fantagraphics para publicar ‘Neat Stuff’. ¿Cómo cambió tu modo de trabajar con ese cambio de editorial?

Mi forma de trabajar no cambió demasiado, aunque aquella fue una oferta muy importante para mí. Fantagraphics me había ofrecido publicar mi primer álbum en solitario... era algo tan bueno que no pude rechazarlo.

A pesar de que la primera vez que supimos algo de los Bradley fue en el año 1980, la serie dedicada a esa familia no eclosionó hasta 'Odio', tu obra más conocida. ¿Qué ha supuesto 'Odio' en tu carrera?

Buddy Bradley ha sido mi personaje más autobiográfico y creo que es eso precisamente lo que lo ha convertido en mi personaje más popular. Supongo que, siendo esto así, no me sorprendí demasiado al ver que el título dedicado a ese personaje en solitario, 'Odio', se estaba convirtiendo en mi trabajo más exitoso. Sigues trabajando en 'Odio', a pesar de que ahora sus volúmenes sean vagamente anuales.

¿Nunca has pensado en abandonar estos personajes para siempre?

Es una diversión demasiado grande como para hacerlo. Siempre me gusta volver a trabajar con Buddy y Lisa, la única pena que tengo es la de no poder dedicarles más tiempo.

Tu dibujo es muy cinético, en ocasiones me recuerda a los viejos dibujos animados de las décadas de los 40 y 50.

Puede haber algo de eso, sí. De hecho, siempre he sido un gran admirador de los dibujos animados que hizo la Warner Bros en los 40 y 50. Supongo que mi descabellado modo de dibujar ha ido evolucionando naturalmente a partir de mis particulares filias y fobias.
¿Con qué herramientas de dibujo te sientes más cómodo?

¡Nunca me siento cómodo dibujando! Tengo que decir que no me gusta nada todo el proceso, no disfruto de él precisamente, pero suelo usar pinceles y plumas la mayor parte del tiempo.

Y en ese modo de dibujar, ¿hay también sitio para el ordenador?

Suelo escanear todo lo que dibujo y normalmente termino de hacer los retoques finales en Photoshop, donde también modifico los colores en caso de que sea necesario. Pero sobre todo, ¡lo más importante es cuando mando los originales ya terminados al editor a través del correo electrónico!

Has trabajado tanto el cómic underground y alternativo como las franquicias más conocidas. ¿Dónde te sientes más cómodo?

En este momento de mi carrera me encuentro cómodo en ambos mundos. Los editores de esas franquicias más conocidas te hacen seguir muchas más reglas, pero hasta ahora siempre he logrado dar con algunas ideas propias que encajen en todas esas reglas.

A todo esto... ¿qué demonios es un cómic underground? ¿Es tan diferente del resto como para llegar a necesitar una denominación propia?

Solemos usar el término underground para describir unos comics creados mayoritariamente en los años 60 y 70, y que en aquel entonces eran ilegales debido a su contenido sexual o político. Con el paso del tiempo, este tipo de comics han ido evolucionando hasta llegar a integrarse en lo que hoy en día se conoce como cómic alternativo.

¿Hay futuro más allá de la novela gráfica?

Tristemente, ahora mismo parece que no. Sólo las novelas gráficas son rentables.

A pesar de ser conocido por el gran público principalmente como el ilustrador de la novela gráfica 'From Hell' de Alan Moore, el escocés Eddie Campbell es uno de los historietistas más interesantes que podemos encontrar ahora mismo.

En este caso le entrevistamos para la revista AUX Magazine con motivo de la publicación en dos volúmenes de 'Alec' en la editorial Astiberri.

¿Por qué te de decantaste por un trabajo autobiográfico como ‘Alec’?

Me encantan las viejas tiras cómicas que tratan sobre el día a día de sus personajes, como ‘Gasoline Alley’ y el trabajo de Clare Briggs y Tad Dorgan. No parecía haber un equivalente a ello en mis tiempos, y no tuve más remedio que crearlo.

¿Te sientes uno de los padres del boom autobiográfico que se produjo posteriormente? 

¡Una demanda de paternidad! Lo niego todo. Soy bastante escéptico respecto a la idea de que una cosa pueda engendrar otra cosa en el arte. No creo que la historia del arte sea una historia continua y no creo que el trabajo de otra persona tenga por qué estar relacionado con el mío sólo por desarrollarse en el mismo medio. Me interesa mucho más fijarme en cómo están relacionadas las cosas a través de los diferentes medios y en el mundo en general.


El lugar que ocupa Alec MacGarry cambia drásticamente a lo largo de ‘Alec’, pasando de ser el narrador de las vidas de aquéllos que lo rodean (en ‘La peña del King Canute’), a ser el catalizador de las reflexiones de otros sobre diversos temas (en ‘El destino del artista’, publicado independientemente hace poco). 

Sólo tiene sentido hablar de personajes cuando se habla de una ficción convencional, que es algo en lo que no estoy demasiado interesado. Cada vez confío más en ese sentimiento que me dice que no tengo por qué seguir las reglas de la ficción… eso puede explicar los cambios que mencionas. Creo en una escritura más directa, que pueda tener algo que decir al mundo mientras crea su espectáculo de marionetas.

Parece que destruir todos los mitos que hay alrededor del cómic fuera uno de tus mayores hobbies. En ‘Cómo ser artista’, por ejemplo, prefieres hacerlo derivar de los grafitti de la antigua Roma que hacerlo descender del tapiz de Bayeux

No creo que jamás haya conseguido destruir las benditas convicciones que nadie pueda tener sobre los sagrados orígenes de esta cosa llamada cómic, pero tienes razón al concluir que yo no comparto ninguna de ellas. Veo los comics como una manifestación moderna del envés del arte, una celebración tanto de lo cotidiano como de lo humorístico. En tiempos antiguos esa celebración bien pudo haber sido un simple garabato en la pared de una casa. No me interesa la idea de que haya un medio basado en imágenes secuenciales, que este medio se llame cómic y que siempre haya existido tal y como lo conocemos. Es una idea que puede llevar a razonar de modos poco estrictos y a malinterpretar el uso de los artefactos antiguos.

Haces una clara distinción entre los autores de comics de superhéroes y los autores de novelas gráficas, siendo Alan Moore uno de los pocos autores que sitúas a caballo entre los dos mundos. 

Hay sin duda una clara distinción entre los comic books norteamericanos y otro tipo de cómic que ha aparecido a lo largo de los últimos treinta años largos. No importa demasiado cómo llames a estos dos tipos de comics, pero son dos cosas diferentes. A esto que yo hago le podrías llamar Novela Gráfica, que fue lo que decidió Will Eisner un buen día, pero resulta que el mundo de los comic books ya ha tomado posesión de ese término y ha decidido que el único significado que tiene hace referencia al formato en el que una obra ha sido publicada. Así, los polos entre los que se mueve el mundo del cómic son Serialización y Novela Gráfica, cuando deberían ser Novela Gráfica y Comic Book de Superhéroes. Esa es la distinción a la que yo me refería en ‘Alec’, pero ahora, con el paso del tiempo, parece ya una causa perdida.

¿Aún te sientes cómodo con esa técnica garabateada en tinta por la que te conoce el gran público? 

Lo cierto es que no, y, de hecho, llevo algún tiempo intentando alejarme de ese estilo. Parte de ese trabajo se ha podido ver ya en ‘El destino del artista’. Ahora estoy intentando dar un paso adelante más y estoy creando mis pequeños dibujos casi íntegramente a través del ordenador. Siempre había evitado el uso del Photoshop porque no era capaz de hacer que el resultado pareciera lo suficientemente natural, pero ahora me siento bastante cómodo pintando digitalmente.


¿Cómo fue echar la vista atrás a todos estos volúmenes de ‘Alec’?

Lo primero que me llamó la atención es que mi antigua forma de hacer dibujos no está en sintonía con las nuevas tecnologías. Todos esos patrones de tono con los que solía trabajar, por ejemplo, fueron muy difíciles de convertir a digital. El trabajo de digitalización mereció la pena, no me cabe duda, pero hay formas mucho más sencillas de conseguir ese resultado partiendo de cero. No tuve demasiadas tentaciones de cambiar la información que mostraban mis antiguas ilustraciones, pero sí que he eliminado algún objeto o definido mejor algún trazo en los casos en los que me ha dado la sensación de que la narración no estaba siendo lo suficientemente clara. Aun así, no creas que ha habido demasiadas correcciones. Uno de mis objetivos era el de preservar las diferentes voces con las que se expresa mi anterior yo a lo largo de esos volúmenes, al fin y al cabo creo que ése es uno de los atractivos de este libro: ver cómo la perspectiva de uno cambia a lo largo del tiempo a medida que pasa de ser un soltero a ser padre, etc.

El estilo y la técnica narrativa de ‘Cómo ser artista’ lo convierten casi en un estudio erudito sobre la historia de la industria del cómic y del modo en el que ésta ha evolucionado… 

Esa parte intenta ser la historia de un periodo importante de un movimiento artístico llamado cómic, pero sobre todo quería representar el patrón que siguen todos los movimientos artísticos al desarrollarse. Necesitaba recrear todos los detalles y eso me hizo tener que crear la sensación de que hubiera muchas voces contando la historia. No se me ocurrió mejor forma de hacerlo que usando retazos de la obra de todos esos artistas de los que hablo. Cada una de ellos aporta algo al sentido global del discurso, disfruté mucho con ello.