La anterior novela de
Eduardo Mendoza, ‘
Riña de gatos’, fue todo un éxito. Desde que le concedieron el
Premio Planeta, todo el público supo que tenía que
leerla y que tenía que gustarle (o al menos que tenía que descargársela dentro del enésimo pack de 1.500 libros que todo el mundo debe tener y atesorarla en su lector electrónico preferido). Pero muchos de los lectores habituales del barcelonés creímos que
faltaba algo en aquella novela. Y es que, a pesar de que algunos defiendan sus trabajos más
serios creyendo que
gravedad es igual a
alta cultura, es en su vertiente más
satírica donde
Eduardo Mendoza destapa el tarro de las esencias, lo vuelca y, despojándolo de todo su contenido, lo llena con una mezcla de panceta, churros y vino tinto de garrafón tan
embriagadora que es difícil no sucumbir a sus encantos.
‘
El enredo de la bolsa y la vida’ supone la cuarta entrega de las aventuras del
detective sin nombre que ya protagonizara ‘
El misterio de la cripta embrujada’, ‘
El laberinto de las aceitunas’ y ‘
La aventura del tocador de señoras’. Como en estas anteriores tres novelas,
Mendoza extiende ante nosotros el plano de una Barcelona tan
esperpénticamente valleinclanesca que no nos queda más remedio que reconocer en ella
retazos de la ciudad que nos rodea en nuestro día a día. La
economía que baja, los bazares
chinos que suben, los
africanos albinos que trabajan como estatuas humanas en las
Ramblas... y una
Angela Merkel que surge como de la nada para dar la última vuelta de tuerca a la trama que se cierra alrededor del cuello de los protagonistas.
Como la vida real, oigan.
Texto originalmente publicado en el número 55 de la revista AUX Magazine
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