De un tiempo a esta parte, se ha dado una 
coincidencia bastante reveladora: toda una serie de autores nacidos alrededor de la década de los 70 entre los que se encuentran nombres como el de la mexicana 
Guadalupe Nettel, el español 
Marcos Giralt Torrente o el argentino 
Patricio Pron han publicado sendas novelas metaficcionales a medio camino entre la 
autobiografía y la obra de 
ficción.
Algunos de ellos hunden más sus pies en la realidad (o al menos en el modo en el que ellos recuerdan esa realidad), otros dejan que sea la ficción la que tome las riendas en ese trabajo de recordar... pero todos ellos echan la vista atrás para buscar en la figura de sus padres la razón de ser de las personas en las que se han convertido con el paso del tiempo.
Queremos empezar esta serie de entradas dedicadas a estas 
autobiografías con una entrevista que realizamos en la revista 
AUX Magazine a 
Guadalupe Nettel con motivo de la publicación de '
El cuerpo en que nací' y que dimos en titular 'Autobiografía de lo extraño'.
¿Qué  importancia tuvo la enfermedad ocular que vertebra 'El cuerpo en que  nací' a la hora de dedicarte a la literatura?
Yo nací con lo que todavía  suele llamarse un defecto de nacimiento relacionado con la vista.  Tenía (todavía lo tengo) un ojo más chico que el otro y veía bastante  menos que la media. Durante mi infancia tuve una visión del 10%. Por  eso me interesa tanto el tema de la vista y también el de la normalidad/anormalidad.  He tratado esos dos temas en casi todos mis libros, sobre todo en 'Pétalos'  y 'El huésped'.
La literatura aparece muchas  veces relacionada de un modo u otro con este concepto de enfermedad.
Y dentro de esas enfermedades,  las que se refieren a la vista son las más presentes. Existe un vínculo  enigmático entre la ceguera y la literatura. La leyenda quiere que  Homero, el supuesto autor de la 'Iliada' y la 'Odisea', sea ciego aunque  los primerísimos indicios de su existencia no contemplen esta información.  Los escritores que se han quedado ciegos no son pocos y también hay  una gran cantidad de novelas que tratan el tema de la ceguera… Escribí  un ensayito al respecto porque el tema me apasiona.
 
 
¿Ha tenido un fin  terapéutico la escritura de esta novela  como sugiere la presencia de la Dra. Sazlavski?  
Es cierto que toda escritura  es liberadora, pero mi objetivo no era únicamente terapéutico. Me  interesaba también recrear esa época tan peculiar que fueron los años  setenta, sus usos y costumbres, y homenajear a algunas de las personas  que conocí entonces, como los hijos de los exiliados latinoamericanos  que poblaron mi niñez. 
Hace un par de años publicaste  en la revista Letras Libres un texto titulado  también 'El cuerpo en que nací', en el que tratabas muchos de los  temas que tratas en esta novela y tocabas también otros periodos como  tu estancia en San Cristóbal de las Casas. ¿Fue ese  texto el embrión de esta posterior novela? 
Sí, coincidió con la época  en la que tuve a mi primer hijo. Escribí ese texto un par de meses  después de dar a luz para un número sobre la autobiografía precoz.  Juntar la experiencia de la maternidad con el ejercicio de hacer memoria  sobre mi propia niñez abrió el grifo a todos esos temas que esperaban  el momento de ser abordados. La reflexión sobre mi infancia me obsesionó  durante un tiempo y, poco a poco, fue apoderándose de la novela que  estaba escribiendo en ese momento (y a la que he vuelto ahora) obligándome  a escribir este otro libro que no estaba planeado.  
'El cuerpo en que nací'  transita por México y Francia, pero ni ese México es  el México típico al que nos tiene acostumbrado la literatura, ni esa  Francia es la Francia típica que conocemos por los libros.  
Creo que mi generación es  una de las primeras en estar globalizadas. Yo crecí primero entre niños  de exiliados de toda América Latina y después entre inmigrantes de  África, de la India y del mundo árabe en general. También entre mexicanos  y franceses. Y eso es un poco lo que cuento en este libro: la experiencia  de ser y de vivir entre inmigrantes y, en particular, en ambientes marginales.  El barrio en el que crecí en Francia estaba considerado de alta  delincuencia y a mi colegio iban los vecinos de ese lugar. Era gente  pobre y en muchos casos muy frustrada que vivía expuesta a la violencia  y con oportunidades muy reducidas. Cuando veo los disturbios que se  producen ahora en las banlieues, recuerdo a esos chicos que ahora  son mayores y me parece lógico que actúen de esa manera. 
Esta noción de  marginalidad, o al menos de  anormalidad, es muy importante en todas tus obras.
  
Creo que lo normal y lo anormal  son categorías muy estúpidas que han estado vigentes desde siempre  en prácticamente todas las sociedades y que tienen que ver más con  valores estéticos, morales, de clase y raciales que con la medicina.  Estas categorías están en el origen de la discriminación y del racismo:  el miedo a lo diferente, a aquello que nos cuestiona. En mis textos  critico estas actitudes y estos parámetros preestablecidos y sostengo  que la belleza humana es semejante a la de una obra de arte. Se esconde  en la fuerza que irradian los seres vivos (las obras de arte a su manera  también lo son), en esa condición única e irrepetible que conmueve  y sorprende a la vez. 
Si evocar un recuerdo supone  modificarlo sin darnos cuenta, supongo que la escritura de 'El cuerpo  en que nací' también ha debido de tener  mucho de elaboración y reelaboración de  tus recuerdos de niñez. ¿Hasta qué punto es autobiográfica esta  novela y hasta que punto es una autoficción? 
Cualquier autobiografía, por  apegada que esté a los hechos, acaba siendo ficción. La realidad -sobre  todo cuando nos referimos a las relaciones entre seres humanos- es algo  a lo que no tenemos acceso si no es pasándola por el prisma de nuestra  interpretación. Yo era conciente de esto y sabía muy bien que, al  elegir contar ciertos episodios y desechar otros, estaba recortando  un perfil determinado. El perfil que le quise dar fue este énfasis  en la marginalidad física, psicológica, geográfica y social. Me interesaba  desarrollar esta idea de “los trilobites y las cucarachas del mundo  unidas”. 
En estos últimos meses  nos están llegando muchas obras con tintes  autobiográficos escritas por autores nacidos en los setenta. ¿Cómo  recuerdas ahora esa década, ese tiempo de ausencia de límites y de  búsqueda de nuevos horizontes?
Es verdad que a mis contemporáneos  les interesa recordar la infancia y hablar de la época tan peculiar  en la que crecieron. A mí me tocaron muy profundamente los libros de  Marcos Giralt Torrente, Alejandro Zambra y en el ámbito anglo sajón  el de Nick Flynn 'Una noche de mierda en esta puta ciudad'. Siento que  mi libro está en resonancia con ellos, pero también libros más antiguos  que se inscriben en el mismo género como 'El lamento de Portnoy' de  Philip Roth, 'La promesa del alba' de Romain Gary o 'Autobiografía  de mi madre' de Jamaica Kincaid.
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